jueves, 11 de octubre de 2007

Adelita y Don Asdrúbal.

Y fue entonces que me dijo: "Dejé de pertenecer. Otra vez. Estoy acostumbrado, ¿sabe? No es la primera vez que esto pasa, ¡no, qué va! La otra noche sin ir más lejos, me sentí tan invisible, tan ¿cómo decirle...? tan... espectador, sí esa es la palabra, ¡espectador de mi propia vida! ¡Caramba! Si Adelita me diera una mano... pero no, ya ni ella se da cuenta de que todavía estoy por aquí. Es así, don Asdrúbal, cíclicamente comienzo a perder peso, las ropas se me caen, las ato con piolines a mis extremidades y así ando, empiolinado, ¿vio? Sin embargo eso dura dos o tres días, como mucho, pero al seguir adelgazando los piolines no dan abasto. Comencé a usar la ropa de Adelita, porque ella es más pequeña, claro. Pero un día me dijo que se la devolviera, que con mis huesos quedaban marcas espantosas en sus blusas. No me quedó más remedio que hacerme unos trajes con papel de diarios, revistas ¡ojo! los dibujaba con mucha dedicación sobre la mesita del rincón, ese donde está la ventana, allí hay una luz fantástica a la mañana, así que pasaba mis mañanas dibujando unos trajes muy lindos, los cortaba y los pegaba con plasticola. El problema es que la humedad me los adhería a los huesos y a veces se podían leer las noticias directamente de mi espalda, pero con las letras al revés, como ese escritor italiano, uno de hace mucho, que escribía como en un espejo...era un escritor ¿no? Bueno no sé, la cuestión es que ya hace dos días que las letras también se borraron, me agarró la lluvia la otra tarde. Así que andaba desnudo, pero lo más curioso es que nadie se sorprendía o hacía alguna cara de asco o no sé, algún grito de alguna mujer horrorizada por ver a un hombre desnudo. Nada che. Nada de nada. Ahí me dí cuenta de que en realidad no estaba caminando, sino flotando por encima de todos. Nadie me veía pero yo veía todo. Era como estar en la butaca de un teatro, esas de las que están arriba a los costados...son los palcos, ¿no don Asdrúbal?
¿Sabe? esto me pasa cada dos por tres. Dejo de pertenecer. Es un silencio total, no pasa nada.
Lo peor, es que no tengo ganas. ¡No tengo ganas! Ahora, que hablo con usted, en realidad no estoy. ¿Usted se da cuenta que contradicción? ¿Hablar pero no estar? Y bue, es así nomás. Son ciclos. Dentro de unos días, semanas quizás, vuelvo a aparecer. A ganar peso, y ya no puedo flotar más, porque me caigo. Vuelvo al piso y me pongo la ropa. Voy a trabajar, Adelita me cocina la cena, hablamos un rato, nos vamos a la cama. La vida es dura, decía mi padre. ¿Usted cree? "


2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué lindo el cuento!
Besitos
Princesa Cristal :-)

Agustina dijo...

Gracias a mi me agrada tambien!;)